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¿Es tu hijo un ciberadicto?

¿Ves todo el día a tu hijo con la cara en una pantalla de móvil? ¿Tiene obsesión por conectarse rápidamente al ordenador y pasa horas delante de él? ¿Se cabrea cuando le restringes o limitas el uso de estos? Son unas de las muchas preguntas que te planteas cuando tu hijo es ciberadicto.

En este siglo XXI el avance de las tecnologías informativas y de comunicación (TIC) ha sido rápida cambiando por completo nuestra forma de vida y todos sus aspectos y relaciones. Generando inevitablemente una dependencia a ellas en nuestra vida cotidiana, transformando la vida hasta tal punto de crear una nueva generación histórica adicta a la tecnología. Aunque esta adicción no es algo nuevo, hace años que existe, pero cada vez se dan más casos.

Se considera adicción al uso irracional de este tipo de dispositivos, sobre todo a navegar en ellos. No es una adicción estar esperando un mensaje o dedicar horas para realizar tareas desde ellos. La adicción es navegar a todas horas, porque sí, por necesidad.

También contamos con el término «tecnofilia». Podría decirse que se trata de la afición a las nuevas tecnologías, pero en exceso, no deja de ser una adicción sin sustancia. Porque normalmente relacionamos la adicción con tabaco, drogas y alcohol. Muchos padecen a la vez nomofobia, es el miedo a no poder usar el móvil o quedarse sin él o sin cualquiera de los dispositivos que usemos.

La población que más se ve afectada por la aparición de estas nuevas tecnologías son los niños, adolescentes y adultos jóvenes, siendo Internet y los dispositivos móviles los más populares, produciendo grandes avances y beneficios, pero a su vez problemas y adicciones. Las etapas de la infancia y la adolescencia son las más afectadas y se convierten en las más vulnerables a ser adictas a la tecnología.

Las tecnologías hoy en día forman parte inevitable de las vidas de estas generaciones ya que han nacido y convivido con ellas desde el inicio, convirtiendo Internet, los teléfonos móviles, ordenadores y demás en su ocio principal. 

A raíz de esto se crea una dependencia incontrolada. Sobre todo, teniendo en cuenta que una vez aparecidos estos dispositivos nadie creía que fueran tan perjudiciales, por lo que su uso era constante sin medidas de control. Además, la persona que padece la adicción, no suele percibir el problema. Por ello, debemos controlar que se  haga un uso razonable y no excesivo de los dispositivos.

Las consecuencias de la adicción a las nuevas tecnologías ha llegado a extremos preocupantes hasta el punto en el que los expertos han determinado que la solución más viable para el problema sea aplicar tratamientos psicológicos para no depender de esa adicción. Tratamientos en los que predominen la terapia de deshabituación y de reintroducción, guiada por psicólogos especialistas en adicciones a las nuevas tecnologías.

Algunas de las estrategias de prevención para estos casos de adicción a las tecnologías en nuestros hijos son las siguientes:

  • La limitación del uso para que aparezca un estilo de autoregulación, haciendo entender que es perjudicial el uso abusivo.
  • Potenciar mediante propuestas la relación y la posible comunicación a través de otras opciones como el diálogo entre familiares.
  • Fomentar el trabajo en equipo y en relación con otra personas, para mantener ocupada la atención en otras actividades.
  • Realizar actividades deportivas en conjunto o incluso individuales que requieren un tiempo de dedicación.
  • Nuevas rutinas de ocio que requieran práctica, a ser posible en espacios exteriores sin ningún tipo de conexión.
  • No disponer de este tipo de aparatos en la estancia del menor.
  • Por parte de los padres o tutores, conocer bien sobre estos dispositivos y los sitios web que visita.

Hay algunos síntomas que nos pueden ayudar a identificar la adicción a la tecnología, como son:

  • Señales de cansancio, migrañas, dolencias en túnel carpiano, fatiga y estrés por privación del sueño o alteraciones de este por estar usando las tecnologías.
  • Olvido o descuido de otras actividades diarias, desde obligaciones a actividades cotidianas como mantener la higiene o algunos trastornos alimenticios. También el bajo rendimiento escolar.
  • Que las personas de alrededor constantemente tengan quejas respecto al uso constante de los dispositivos y complementarios.
  • La aparición de malhumor o irritabilidad cuando no tiene la posibilidad de usar estos dispositivos o sentirse animado cuando se están usando.
  • Pensar constantemente en conectarse  o no conseguir pasar algunos ratos libres de conexiones.
  • El recurso de la mentira para encubrir su uso abusivo.
  • El aislamiento social casi permanente descuidando las relaciones.
  • El malestar psicoemocional.